bookmark_borderHacia la publicidad omnipresente

Hace bastantes años me chocó bastante que una empresa de productos lácteos me pidiera la inscripción en un portal para disfrutar de las promociones por puntos que llevaban sus paquetes de yogures. Todavía no se había visto nada parecido. Desde entonces multitud de productos de consumo diario se han incorporado a esa moda. Cualquier marca de chocolate, pastelitos o bebidas ya dispone de programas de fidelización de clientes, donde aprovecha para identificar a los compradores, tener un contacto directo con ellos, analizar sus hábitos de consumo y premiar sus compras. Siguen un patrón común que consiste en ofrecer descuentos y promociones siempre y cuando te registres en su sistema. A cambio te enviarán publicidad tanto propia como de terceras empresas con las que han podido llegar a acuerdos, con lo que tus datos también van a parar a otras empresas a las que no tenías previsto dárselos, pero sí que lo haces porque el intercambio te conviene. Son tus datos a cambio de descuentos.

Con la generalización del uso de internet en los teléfonos móviles, se ha acentuado la facilidad con la que las empresas pueden recoger datos. Se añade la localización, que en algunos servicios es fundamental. Ahora las marcas son capaces, si así lo desean, de conocer dónde has comprado, con lo que podrán elaborar un perfil tuyo más preciso. Como el teléfono es un objeto de uso cotidiano e intensivo, no se tiene la misma sensación de estar entregando información que estando sentados delante de una pantalla de ordenador de sobremesa. Muchos usuarios andan pendientes del teléfono móvil y esto lo convierten en un receptor ideal de cualquier tipo de mensajes.

Aprovechando esto último, hay negocios que hacen seguimiento de los clientes en tiempo real, mientras hacen la compra o simplemente visitan una de sus tiendas. Un ejemplo es la cadena Macy’s, que ha empezado a usar el sistema de balizas de Apple. Sabrán cuánto tiempo ha estado el cliente en un departamento concreto, qué ruta ha seguido dentro de la tienda, qué ha comprado… También los supermercados Tesco han lanzado en UK campaña piloto con Unilever, uno de los gigantes de la alimentación. El siguiente vídeo muestra el funcionamiento del sistema:

Añadamos a lo dicho que la red social más potente, Facebook, ya está cruzando datos sobre los anuncios mostrados a sus usuarios con compras en el mundo real. Y que algunas pantallas de anuncios son capaces hasta de saber si te gustan o no cuando los miras. Con todo esto, y lo que está por venir, se nos plantea un panorama de completo seguimiento en el que no podemos escapar a un continuo análisis de nuestros hábitos.

Lo dicho muchas veces: no hay nada gratis, y menos cuando hay datos personales a cambio.

 

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No, no se trata de la canción de John Lennon, aunque pudiera parecerlo. Es parte de la contestación que me dio este verano una empresa a través de un sistema de «tickets» de atención al cliente cuando le pregunté que de dónde habían sacado mi dirección de correo electrónico. Después de recibir publicidad sobre un asunto en el que jamás he tenido ni el más mínimo interés, y de una empresa desconocida, entré en su página web y me encontré con que disponían de un formulario donde dirigirte a ellos. Lo rellené preguntando por el origen y recibí la siguiente contestación:

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Sería aplicable aquello de que es preferible estar callado y parecer tonto que hablar y despejar la incógnita. En tres líneas se cubren de gloria. Resulta que el origen del dato es que «un anterior empleado lo había dejado en un ordenador…». Por arte de magia, mi dirección de correo estaría paseando por allí, y algún empleado la invitó a entrar en ese ordenador, y se quedó allí a vivir. Claro, en esa situación, ya había que tratarla como si fuera de la casa.

Lo mejor de todo es la excusa… «imagine usted». Saber de dónde vienen los datos que tenemos, y su origen, es que puede llegar a ser una tarea muy pesada. Imagínese tener que dar explicaciones, por Dios. El caso es que lo imagino, y además, es que es así. Tienen que tienen dar explicaciones con el origen de todos y cada uno de los datos de los que dispone la empresa, por supuesto.

¿Cuántas cosas afloran en tan solo tres líneas? Primero, que la atención al usuario o cliente es penosa. No es admisible una contestación de este tipo. Segundo, que a la empresa le importa más bien poquito esto de gestionar la información, cumplir con la normativa, y que los empleados no han sido formados ni en atención al cliente, ni en el asuntillo de los datos. El problema es que esto es casi generalizado. Muchas pequeñas empresas han caído en las redes de los estafadores del «coste cero» o en las garras de cualquier Chiquilicuatre que dice trabajar con protección de datos, y el resultado son cosas como esta. Piensan que basta con declarar dos o tres ficheros al Registro y hacer un documento de seguridad «copypasteado». Pero no es así.

Ahora sí que aprovecho la canción de Lennon: querido empresario, sí, sí que tienes que dar explicaciones sobre el origen de mis datos. Es fácil si lo intentas…